Entre estos estudios se encuentran la manometría y la pHmetría de esófago. Con ellas se puede saber si hay reflujo, cuántos episodios se producen a lo largo del día y cuánto duran, si el problema es más intenso o no durante la noche… «Incluso nos permite elaborar un índice de severidad del reflujo que nos orienta a la hora de tomar decisiones terapéuticas”.,
La primera norma, sugiere el doctor Cabrera, pasaría por «una modificación de los hábitos alimentarios. Eliminar grasas, exceso de proteína animal, las cenas copiosas… La dieta es tan importante como la medicación”. También lo cree así la doctora Bielsa: «A veces es suficiente con instrucciones dietéticas y posturales: no cenar tarde, dejar transcurrir dos horas entre la cena y el momento de tumbarse; elevar la cabecera de la cama (algo que, por cierto, hace Clinton); evitar por la noche alcohol, fritos, chocolate… Con esto hay muchos pacientes que mejoran de sus síntomas”.,
Pero no siempre es así. En la experiencia del doctor Suárez, todo depende de la magnitud del reflujo. «Cuando hay un trastorno de base que hace que se perpetúe el reflujo, se le ofrece al paciente un tratamiento médico que, en ocasiones, debe cumplirlo de forma permanente (con los efectos colaterales que puede tener el consumo crónico del omeprazol y sus congéneres., Otra opción, que reservamos para determinados casos, pasa por una cirugía -funduplicatura- que da tono al esfínter con la intención de que sea lo suficientemente flexible para permitir la deglución, pero a su vez lo suficientemente firme para impedir el reflujo».